martes, 9 de junio de 2009

Diez tapas para el olvido

Lo que ustedes van a ver ahora son verdaderos adefesios. No voy a decir que son las diez peores tapas de discos de la historia, porque eso no sería cierto. Seguramente hay miles de tapas más horribles: discos de música pop griega, de cantantes evangelistas del sur de los Estados Unidos, de ídolos teen centroamericanos o de cumbia melódica, qué se yo. Para elegir estos diez seleccioné entre la música que suelo escuchar, más que nada rock y blues. En algunos casos, si nos olvidamos de las portadas, tenemos buen rock and roll. Pero en otros el pésimo arte de tapa va a tono con el contenido musical.

Crosby, Stills & Nash – Live it up (1990). Es probablemente el peor disco del trío. No hay canciones memorables, nada. Y la tapa, ¡por favor!. Esos pinchos de salchichas intergalácticas, orbitando como Armstrong, Aldrin y Collins en el Apollo 11. En las décadas del sesenta y setenta las drogas los ayudaron para componer y ampliar sus horizontes. Me parece que en los ochenta los arruinó. Aquí la prueba.







Rocky Hill – Texas Shuffle (1982). A diferencia del anterior, acá tenemos muy buena música, alto blues from Texas. Acompañan a Hill, Johnny Winter y Dr. John, una garantía. Ahora lo que no se puede creer es la tapa. Una foto pésima en la habitación de un hotel de mala muerte. Los anteojos y el peinado no son tan graves, teniendo en cuenta el marco general. La camisa es de lo peor que vi. Y la actitud de hombros caídos y manos entre las piernas da para preguntar: “¿Ese señor es músico o vendedor de aspiradoras?”. Igual, aclaro: me encanta este disco.




The Beatles – Magical Mystery Tour (1967). Los fans de los Beatles entenderán. Las canciones son excelentes: Penny Lane, I am the Walrus, All you need is love. Fantástico. Pero la tapa es un engendro. Digan lo que digan. No hay forma de justificar ese diseño. Los disfraces son malos. La tipografía es horrible. El clima circense es medio deprimente. Pero bueno, estamos hablando de 1967, eran más populares que Jesús, se les permitía todo.







The Black Crowes – Amorica (1994). Es uno de los mejores discos de la banda. Marc Ford está a pleno y las canciones están muy buenas. Pero la tapa… No me juzguen mal, no es por una cuestión moral o de pudor. Simplemente no da. Los vellos púbicos asomando por ese microbikini ultra yankee son un combo de vulgaridad. Malísimo. Eso sí, recuerdo que cuando salió el disco se habló mucho de la tapa. Así que si querían publicidad la tuvieron. Pero bueno, el disco es mucho más que lo que se ve.




Stephen Stills – Thoroughfare Gap (1978). Parecerá que tengo algo contra el amigo Stills, pero no es así. La tapa es lo menos. Cuántas deudas tendría Stills en esa época por apostar a los caballos, ¿no? Confieso que nunca lo escuché, porque siempre las críticas que leí al respecto eran durísimas y además no era fácil de conseguir. Lo único que le falta a esto es que en el último track, en vez de una canción, haya un audio con el relator de carreras de Crónica. “Faaaaaltan 50 metros para el disco”.





Captain Beefheart & His Magic Band – Trout Mask Replica (1969). Captain Beefheart fue uno de los músicos más innovadores de los sesenta. Este disco, considerado una obra maestra, está producido nada más y nada menos que por Frank Zappa. Una mezcla de avant garde, R&B, jazz, blues y rock. Surrealismo psicodélico en su máxima expresión. En ese contexto la portada tiene sentido. Pero como diría Facundo Pastor, “esto hay que decirlo”: es muy fea.






Joe Walsh – Look what I did! (1995). Walsh es un guitarrista que me fascina. Tocó con The James Gang y los Eagles. Esta compilación doble es un buen repaso de su carrera. Hay grandes canciones y guitarras filosas. Pero la foto del Tío Sam es para matarse. Sólo a un gringo recalcitrante se le podría ocurrir una cosa así.

Tinsley Ellis – Fanning the flames (1989). Compré este álbum en el 92 o el 93 porque me lo recomendaron en la disquería a la que iba siempre. Está muy bueno, Ellis es un émulo de Stevie Ray Vaughan, tiene una técnica impresionante pero abusa mucho de su virtuosísimo y de algunos yeites. Recuerdo que la tapa me molestó desde el primer día que lo tuve en mis manos. La cara de salame de Ellis es increíble. Ahora pienso en una mezcla de Benny Hill con Ari Paluch. Y las llamas saliendo de las cuerdas son muy berretas.





The Edgar Winter Group – They only come out at night (1972). Hace muchos años que me pregunto lo mismo: ¿por qué? ¿Por qué, Edgar? They only come out at night es uno de los mejores discos de los setenta. Es el mejor disco de su vida. Tiene sus dos mejores canciones: Frankestein y Free Ride. Entonces… ¿por qué? Hacía falta travestirse así para la foto. Nadie le dijo que David Bowie es uno solo. Igualmente, no se dejen intimidar por la tapa, es un disco brillante.





Paul Butterfield – Put it in your ear (1976). Este disco está enterrado, es el peor de la carrera de Butterfield. No lo salvan ni los músicos de The Band que tocan en algunos temas. Fue su debut como solista (antes siempre había grabado como The Paul Butterfield Blues Band) y la producción fue muy mala porque su armónica se vuelve intrascendente entre tantos arreglos. Y si le sumamos el mamarracho de la tapa… no hay nada que rescatar.