miércoles, 3 de marzo de 2010

Pura intensidad

Por Mariano Valdivieso

Con los pies ateridos por haber caminado sobre piedras durante varias horas, volvimos a Cafayate después de un día de excursión por los Valles Calchaquíes. La fecha no la recuerdo bien, pero era algún día de un caluroso marzo. Nos encantaba la sensación de “lo ajeno” que estábamos viviendo. No era una cuestión material, era más bien espiritual: entre el exceso de ella por arroparse demasiado y mi utopía por 'ir liviano', nos divertía la empatía de la ambigüedad. Así por ejemplo en las calles soleadas el abrigo era carga, y en la sombra una envidia.

Esa duplicidad se iba a repetir de principio a fin, desde el primer sorbo hasta el último trago. Y en mi humilde vocación por dedicarle atención a los vinos salteños, advertí que en realidad compiten por afirmar una y otra vez mi teoría. Estos vinos generalmente son robustos pero elegantes, maduros pero frescos, potentes pero jugosos, con una entrada en boca refrescante pero con un final voluminoso… Bueno, hay muchos ejemplos, pero éste no es mi blog.

El hecho es que cuando Martín descorchó el Amauta II, cosecha 2006, 60% Cabernet y 40% Merlot, la teoría se comprobó. Un vino de altura que respeta la intensidad que el jugo de estas uvas condensa durante la cosecha. Al igual que nosotros, cuando el sol las apunta, ellas sólo pueden hacer más y más jugo para tolerar esos rayos. Pero de noche la cosa es distinta: el frío las hace encogerse y entonces todo ese néctar se impregna, como un sello, y las mejores propiedades de la fruta terminan ahí mismo: en su copa.

Así que ya sabe, mire esa copa, mírela bien, porque ha de ser el primero, o el segundo, o el tercero, o hasta tal vez el último sorbo que está por entrar en su organismo. ¿Y que tal si fuera un Amauta II? ¿Y qué si fuera realmente una botella de las sólo 15 mil que se produjeron en la Bodega El Porvenir de los Andes? ¿Y qué si lo fuera? Aproveche, no lo dude, beba: mi teoría sólo corre el riesgo de ser rebatida, descalificada, anulada, eliminada, oprimida. La verdad… No lo sé. No sé si acaso me importa. Porque creo que lo único que vale es averiguarlo.

1 comentario:

María Vega S. dijo...

qué ricos los vinos salteños.