miércoles, 30 de marzo de 2011

El viejo Hubert

La fugaz aparición de Hubert Sumlin en el concierto de los Allman Brothers me llenó de emoción. Hubert es uno de los primeros músicos de blues que fue a la Argentina cuando el boom de los noventa hizo que estrellas como Albert King, Albert Collins, Taj Mahal, Robert Cray, B.B. King y James Cotton llenaran de blues los escenarios del Gran Rex, el Opera y Obras. En la Boca estaban -y todavía está- el Samobar de Rasputín y el Blues Special Club. Allí también se realizaban varios recitales y uno de los músicos que se presentó en algunas ocasiones fue Hubert Sumlin, quien incluso llegó a grabar un par de discos en vivo. Muchos de los que hoy tenemos treintaytantos vimos como el blues de Chicago se decodificaba en nuestras almas porteñas gracias a los solos de Hubert y como el influjo de la música de Howlin' Wolf penetraba los rincones nuestra existencia.

Durante su aparición en el show de los Allman Brothers vi que el viejo Hubert cargaba a cuestas con un tubo de oxígeno. Su asistente lo acompañó hasta una silla, donde se sentó y tocó los temas Smokestack lightning y Key to the highway, aunque no cantó ninguno de los dos. Fue ovacionado por la gente y también por Warren Haynes y Derek Trucks.

La noche siguiente, la del domingo 27, fui hasta el Iridium Jazz Club, sobre Broadway, en pleno Times Square, para verlo junto a su banda. A las ocho en punto, cinco músicos -todos ellos blancos y ninguno conocido- comenzaron un set que duró unos 20 minutos en los que tocaron temas tradicionales del Delta y de Nueva Orleans. Incluso en un momento dudé si había entrado el día indicado. Pero luego el cantante, quien también tocaba la armónica y la guitarra, y cuyo nombre no recuerdo, presentó al maestro. La escena se repitió: su asistente ayudó a Hubert a subir al escenario y a que se sentara en una silla.

Durante una hora tocó su clásico repertorio: la mayoría de los temas que cantaba Howlin' Wolf. Sus punteos siguen siendo exquisitos, aunque se nota que le falta fuerza y que se cansa enseguida. Es admirable que un tipo a los 79 años y con evidentes problemas de salud siga en la ruta. El público, que no era mucho, lo aplaudió con afecto y él devolvió ese cariño con sus mejores blues.

Al cabo de esa hora se fue por donde había entrado, la banda tocó unos minutos más y luego se fueron. Eran las 21.30. Pagué mi cuenta, 14 dólares por dos cervezas Amstel, y salí. En la escalera de entrada al Iridium ya se había formado una nueva fila de personas. Hubert volvería a tocar un segundo showa partir de las diez. Es que Hubert es así: lleva el blues tan adentro que va a tocar hasta morir.

1 comentario:

Grace Pousá dijo...

seguramente el blues lo mantiene vivo....