domingo, 2 de septiembre de 2012

El heredero de Howlin' Wolf

Foto principal gentileza de Edy Rodríguez.
Tail Dragger es cosa seria. Es un bluesman feroz, auténtico y sanguíneo. Su cuerpo esbelto se retuerce cada vez que brama sus blues. Carga con una historia densa –un homicidio y la respectiva condena- y todo eso se ve reflejado cuando empieza a cantar. Tail Dragger es una de las voces más potentes del blues actual. Si bien no deja dudas de que su máxima influencia es el legendario Howlin’ Wolf, en su voz hay retazos de otros grandes de antaño como Blind Willie Johnson y Charley Patton. Su garganta expulsa unos sonidos aguardentosos que estremecen. Anoche se presentó en el Teatro del Viejo Mercado, en el Abasto, y cautivó a una sala repleta y deseosa de buenos blues. Antes de cada canción, Tail Dragger hizo un breve relato, muchas veces inentendible por lo cerrado de su inglés. Pero más allá de esa barrera, el artista y el público se entendieron a la perfección.

Gabriel Grätzer y Adrián Jiménez
La noche comenzó cerca de las 12, con casi una hora de demora porque el teatro tardó en despejar la sala del evento anterior. Sabrina González & The Roots Band, con las guitarras de Ricky Muñoz y Florencia Horita, más la participación en armónica de Adrián Jiménez (quien volvería al escenario dos veces más después), entretuvo la primera media hora con un combo de clásicos como Blues with a feeling y I’m a woman. Sabrina es una muy buena cantante y arriba del escenario casi ni se nota que está embarazada de ¡ocho meses! Minutos después, apareció en escena el Embajador del blues argentino. Gabriel Grätzer, junto a sus laderos Diego García Montiveros y Fernando Zoff, se tomó otra media hora para reproducir el sonido del Mississippi de pre guerra, con canciones como Night time is the right time, Make me a pallet on the floor (de Mississippi John Hurt), y Highway 49. La propuesta de Grätzer siempre es diferente a lo de la mayoría de las bandas locales. Su voz es armoniosa y su guitarra destila blues –con o sin slide- entre las caricias metálicas de las escobillas sobre el redoblante y el sonido orgánico del contrabajo.
José Luis Pardo

Cerca de la 1.30 apareció en escena José Luis Pardo y sus Mojo Workers, esta vez con Maximiliano Hracek (guitarra), Machi Romanelli (teclados), Chipi Cipolla (bajo) y Gonzalo Martino (batería), más la presencia del armonicista español Quique Gómez. Pardo encaró One of these days, de Walter Horton, antes de darle la bienvenida a Tail Dragger, quien cantó durante poco más de una hora una decena de temas, muchos de los cuales fueron editados en el álbum en vivo que grabó con Bob Corritore.

Tail Dragger
Tail Dragger -traje gris, camisa bordó y un sombrero de cowboy negro- comenzó con Sitting here singing my blues. Su voz sonó tan potente y dramática que fue imposible no someterse ante su persona. Sus movimientos fueron lentos y hasta pareció que le costaba caminar, pero sus 72 años y las batallas peleadas no le impidieron bajarse del escenario un par de veces y aullar entre las mesas. El repertorio continuó con Stop lyin’, Don't start me talkin’, I am worried, Moanin’ y Shake for me. La banda, con la presencia al final Adrián Jiménez y el guitarrista brasileño Netto Rockfeller, tuvo que sortear problemas de sonido, especialmente con los micrófonos y el retorno, que el operador del teatro nunca pudo solucionar del todo. Más allá de ese detalle molesto, hubo blues y del bueno en la noche del Abasto.

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