domingo, 10 de febrero de 2013

Blues universal

Cisco Herzhaft (Fotos gentileza Néstor López)
Hace tiempo que insisto con el concepto de la universalidad del blues. Si bien el género surgió en lo más profundo del Delta del Mississippi, con el tiempo logró expandirse a todo el planeta. Esa expansión se expresó de diferentes maneras: evolución rítmica o instrumental, fusiones con otros estilos e innovación creativa. Pero más allá de todo eso, lo que no deja de sorprenderme, aún hoy, es cómo una música que reflejaba las penurias y vivencias de los negros del sur de los Estados Unidos a comienzos del siglo XX se convirtió en un lenguaje universal. Lo que pasó anoche en La Trastienda resume un poco todo eso: un músico francés, una banda colombiana y artistas argentinos confirmaron que el blues no tiene fronteras.

Coro Góspel Joy
El 4º Festival de Blues de Verano, que fue declarado de interés cultural por el Gobierno nacional, comenzó poco después de las 21 con el show del Coro Góspel Joy. Más de 20 almas, vestidas con túnicas violetas y lazos dorados, entretuvieron al público durante poco más de media hora. El coro está inspirado en los de las iglesias bautistas de Harlem y las letras de las canciones hablan de fe, amor y esperanza. Si bien logran muy buenas armonías vocales y tienen una excelente presencia escénica, me pareció que a los solistas les falta un poco de fuerza. Creo, además, que haber interpretado las canciones con las bases grabadas le quitó bastante frescura y espontaneidad a la presentación.

Goyo Delta Blues
Luego, la “música de Dios” dio pasó a la “música del Diablo”. El cambio del optimismo exacerbado del coro al blues rural y crudo de Goyo Echegoyen fue notable. Goyo Delta Blues comenzó solo con su National steel guitar interpretando Crossroads, de Robert Johnson. Para el segundo tema, Come on in my kitchen, subió Víctor Hamudis para acompañarlo en la percusión. Siguieron con un tema de Muddy Waters, I can’t be satisfied, y otro cantado en español que hablaba de un árbol bastante lisérgico. Hamudis dejó el escenario por un par de canciones y Goyo cambió la hermosa y plateada guitarra por una acústica para hacer un medley de clásicos de preguerra: Kind hearted woman, Worried life blues, Key to the highway y Sweet home Chicago. Tocó dos canciones más y cerró, Dobro en mano, con Preachin’ blues, de Son House.

Gabriel Grätzer
Para cuando las cortinas se volvieron a abrir, el que estaba en el escenario era el Embajador del Blues, el señor Gabriel Grätzer. Acompañado por Diego Garcia Montiveros en contrabajo y Rodrigo Benbassat en percusión, interpretón media docena de canciones. Empezó con Night time is the right time y Make me a pallet on the floor, de Mississippi John Hurt. Grätzer presentó algunos temas de su flamante álbum, El blues lleva tiempo, y tocó su canción de cabecera: Highway 49, en la que alcanza extraordinarios registros vocales por encima del sonido corrosivo de su slide. Cerró a capella con un negro spiritual, Witness for my lord, en el que hizo que el público participará con el clásico “call and response” (llamada y respuesta). ¡Brillante!

The Big Bones
El blues rural fue interrumpido por una locomotora eléctrica llegada desde Colombia llamada The Big Bones. El cuarteto de Medellín desplegó sus blues potentes y se ganó rápidamente al público con solos profundos y unos arreglos muy bien trabajados. Jonny Pineda tiene una voz poderosa y un frenesí natural para tocar la guitarra. Eduardo Maya lo acompaña con un swing brutal que emana desde sus teclados Korg, mientras que Roberto Úsuga y Nicolás Guevara llevan el ritmo con la precisión de dos relojeros suizos. Entre las canciones que tocaron se destacaron I want a little girl, insiprada en la versión de Eric Clapton, y una aguerrida Stormy Monday blues. Para el final, Pineda cambió la viola por un megáfono para cantar Chocolate Jesus, un excelente cover de Tom Waits.

Cisco Herzhaft
La sorpresa de la noche llegó desde Francia. Muy pocos conocían a Cisco Herzhaft y la verdad que fue un gran hallazgo. En tiempos donde hasta en el Mississippi es difícil encontrar artistas que interpreten con pasión el blues rural, este hombre de 65 años nacido en Le Bouscat, en las inmediaciones de Bordeaux -tierra de grandes vinos-, lo hace y muy bien. Tiene un don natural para cantar, tocar la guitarra electroacústica o la National steel -con un diseño muy particular y dos mics para bajos y agudos- y moverse con mucha onda arriba del escenario. Interpretó una docena de canciones entre las que se destacaron: Boom boom, de John Lee Hooker; Good morning blues, de Leadbelly; Rollin’ & tumblin’, de Muddy Waters; Rock me baby, de B.B. King; CC rider, de Ma Rainey; y The joggin’ boogie, un tema de su autoría. Cuando completó el set que tenía previsto, la ovación de la gente lo empujó a hacer una más. Pidió que le llenaran un vaso de whisky y lo utilizó como slide en un boogie instrumental al mejor estilo Lightnin’ Hopkins antes de acabar su contenido con un fondo blanco.

Fue una gran noche de blues y apenas el comienzo de un año que promete ser muy intenso. Sin ir más lejos: el próximo sábado seguirá con las visitas del gran Corey Harris y el brasileño Jefferson Goncalves. La fiesta grande del blues ya empezó. ¡Bienvenida sea!

5 comentarios:

Pato Raffo dijo...

abrazo muy bueno

Mississippi Danny dijo...

te veo el proximo sabado para ver al gran Corey Harris, un abrazo Martin.

Leo dijo...

Muy buena reseña! Te agreadecemos mucho por las palabras dedicadas al Coro Joy! :D
Se que es poco decoroso, pero aprovecho el medio para derecho a réplica. :D
El Coro Gospel Joy tiene su propia banda en vivo. Es realmente importante la diferencia de la pista y una buena banda que nos apoye!
Anoche, fué bastante atípico, quizás por la irrupción dentro de otro estilo.
Ojalá durante el 2013 puedas venir a vernos a algunos de nuestros shows y realmente puedas llegar a sorprenderte como le pasó a más de uno.
Un abrazo grande! Y nuevamente muchas gracias por tus palabras!

goyodeltablues dijo...

gran noche ayer Martin, aun falta el plato fuerte el proximo sabado! Espero poder ir.

Marcela Fernández dijo...

muy buena reseña, realmente captó lo que viví esa noche