jueves, 19 de octubre de 2017

Como en casa


Jimmy Burns está sentado en una banqueta con respaldo. Toma su guitarra y larga las primeras notas. El Club del Jump se toma un segundo y lo sigue. Jimmy canta Shake for me y el comienzo tiene tanto de blues de Chicago como su currículum lo indica.

No hay mucha gente en el Be Bop, pero a Jimmy no le importa. Hace una semana le pregunté en la radio si había alguna diferencia entre tocar para unas pocas personas en un bar o ante una multitud en un festival. Respondió que para él era lo mismo porque el sentimiento por el blues no se altera. Y es cierto. Hace unos años lo vi en Rosa’s ante un puñado de personas y su show fue tan intenso como cuando tocó aquí ante una Trastienda abarrotada.

El show sigue con Miss Annie Lou. Martín Burguez comienza a soltarse con unos solos lacerantes y Jimmy canta con una pasión conmovedora. “Ahora quiero rendir homenaje a todos los grandes maestros que me influenciaron. Ustedes dirán que Jimmy Burns tiene una voz, pero esa voz no es otra que la que adquirí escuchando a los músicos que me precedieron”, dice con convicción. Con un gesto sutil le indica a la banda como seguir y se sumergen en un extenso medley que incluye Everyday I have the blues y I’d rather drink muddy wáter, en el que Alberto Burguez aporta su primer solo al piano.

Jimmy encara uno de sus clásicos, tal vez el mejor tema que haya escrito, Leaving here walking, y demuestra que, como Gardel, cada día canta mejor. Cuando termina la canción, Martín Burguez le murmura algo al oído, Jimmy asiente y lo invitan a Gabriel Cabiaglia a que ocupe el lugar de Gonzalo Rodríguez en la batería. Jimmy vira hacia el soul, primero con una que sabemos todos, Stand by me, y después con No consideration, que se la dedica con mucha galantería a una chica del público que cumple años. Todos los temas son largos, con extensos solos, más que nada de las guitarras y también algunos del piano. Sobre el final, Rodríguez vuelve a la batería y Jimmy se despacha con Stop the train con el groove imponente del bajo de Christian Morana.

La banda deja el escenario y Jimmy se queda solo, sentado sobre la banqueta, para una despedida mucho más íntima en la que demuestra que para ser un auténtico músico de blues no hace falta solo tocar clásicos y temas de 12 compases. Primero interpreta Cold as ice, el tema de Foreigner que él se apropió hace unos años y lo reconvirtió a su manera. Y se despide con Rainy night in Georgia, de Tony Joe White, con un acompañamiento mínimo de guitarra dejando todo el peso de la canción sobre su extraordinaria voz.

El público se va y la sala del Be Bop se va quedando vacía. Jimmy saluda a todos los que se le acercan y muda su cuerpo cansado a una de las mesas. Le acercan una cerveza y la saborea con ganas. Acomoda su sombrero y sonríe. Se siente bien… como en casa.

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